Logré entender, cómo explicar No sé querer, si puedo amar Sueñas al vivir, vences al luchar Puedes sonreír cuando vas a llorar Si has podido amar Ya sé por qué no he de pensar Sabré creer, si puedo amar Se puede sentir en cualquier lugar Puedes ser feliz cuando todo va mal Si has podido amar Logré entender Cómo explicar No sé querer Si puedo amar.
“Vivir para sentir”
El amor es un valor que despierta los sentimientos más intensos que se puedan experimentar, generando estados de ánimo en ocasiones muy extremos entre los que abunda la felicidad más maravillosa cuando este se da en su sentido más positivo. El amor en pareja es el más extendido y famoso de la historia, pero no es el único. Se dan incontables posibilidades de sentir amor y también de expresarlo. Un valor que también se produce entre otros seres e incluso lo podemos sentir por elementos inanimados y abstractos: lugares, situaciones, libros, películas, paisajes, olores, sabores, recuerdos… y un largo etcétera. Todo lo que sea capaz de emocionarnos puede enamorarnos. Un sentimiento imposible de medir, entre los que está su máximo exponente: el amor entre las personas. Más allá de reacciones químicas y términos científicos, el sentimiento por otra persona puede nacer por una serie de razones como pueden ser la coincidencia en gustos, aficiones, intereses, inquietudes, el vínculo familiar, la convivencia, etc. No tiene por qué ser correspondido para existir. Pero sí es cierto que el sentimiento se multiplica y es mucho más rico cuando sí lo es. En el amor familiar hay un factor determinante, que es el hecho de tener unos lazos con personas desde el momento en el que formamos parte de esa familia. Estos lazos son y pueden ser de una tremenda fortaleza y los perfectos cimientos para construir un sentimiento capaz de perdurar toda la vida. Pero no son inquebrantables. Cultivar recíprocamente ese amor es una responsabilidad y tiene que acompañarse con hechos que demuestren que ese cariño existe y que se tiene voluntad de cuidarlo. Nuestros familiares más directos, como pueden ser padres y hermanos (aunque a veces también abuelos, tíos, primos…), cobran mayor protagonismo al ser en muchos casos los que forman parte de nuestra educación, nuestro sustento, nuestro crecimiento, cuidándonos y ofreciéndonos maneras de ser felices, haciendo así por introducirnos en la sociedad que nosotros desconocemos al llegar al mundo. La convivencia nos marca, por lo que el tiempo bien compartido alimenta el vínculo y la confianza. Y si se trata de personas que han velado por nosotros desde el primer día, nuestro sentimiento de gratitud es absolutamente desbordante, así como el amor por ellas. Cuando somos nosotros los encargados de crear una familia, hacemos por transmitir a los que llegan el amor que hemos podido sentir, gracias a los que hicieron lo mismo con nosotros y también a nuestra capacidad de desarrollarlo. La suma de todo provoca que pueda existir el sentimiento entre generaciones ascendentes y descendentes y que no se pierda el cariño. En la amistad también podemos encontrar otro tipo de amor muy cercano al familiar. En este caso, los amigos son personas que elegimos, tras encontrar afinidades que nos pueden unir. El tiempo es fundamental en el proceso de crear una relación y más aún si se trata de una relación tan importante como la amistad. Es algo que surge en el transcurso de la vida al relacionarnos con diferentes personas. Hay muchos factores y circunstancias que se pueden dar en el día a día, que afectan a nuestro comportamiento, el cual habla por nosotros. Quizá sea favorable que exista un primer impacto en el que se descubran características comunes u otras que nos llamen la atención de ese posible amigo o amiga. Pero para desarrollarse la amistad y conseguir que surja ese amor lo más importante es la convivencia en diferentes ámbitos, donde se puedan dar distintas situaciones a las que tendremos que responder con transparencia, mostrándonos tal y como somos. La amistad también es una responsabilidad. Y muy bonita. Y valorarla es tener claro que las personas a las que elegimos son una prolongación de la familia. Es decir, gente de total confianza. Y ese bonito privilegio solo puede ser adquirido por aquellas que demuestran merecerlo, sin necesidad de que sean muchas en cantidad ni obligatoriamente más de una. Es bueno que existan, porque nos aportan otro punto de vista sobre la vida, diferente al que estamos acostumbrados, pudiéndonos hacer aprender y seguir con nuestro crecimiento. Pero hay que tener muy claro que esas personas tienen que querer solo y tan solo lo mejor para nosotros y viceversa, siempre desde la mayor objetividad. Durante nuestra existencia pueden ser muchos los amigos que van surgiendo y finalmente no tantos los que se mantienen. Esto no es motivo de tristeza. Al contrario. Según crecemos, también crece nuestra personalidad y lo que decidimos necesitar de los demás. Esto hace que todo resulte ser cambiante, y vayamos madurando y eligiendo quién y qué nos hace felices, al igual que el resto. Por ello la amistad terminará siendo más verdadera según pasan los años y las personas. En el caso del amor en pareja, contamos con todo lo anteriormente relatado acerca de la amistad, yendo aún más allá. Puesto que la persona, también elegida, además de ser una prolongación de nuestra familia puede ser parte de ella, convirtiéndose en una de las personas más importantes de nuestra vida. A diferencia de la amistad, en este caso existe también un proceso en el que interviene la atracción física, la cual no es imprescindible en la primera impresión, ya que la personalidad es lo verdaderamente determinante a la hora de que pueda existir amor. Esa serie de propiedades (valores) que componen nuestra forma de ser tienen el poder de cambiar incluso la percepción física que una persona tiene de otra, consiguiendo que pueda haber más o menos atracción por ella al conocerla en profundidad. Hablando del vínculo, se presupone que si dos personas se comprometen entre sí es porque así lo sienten y porque se complementan y son felices juntas, con el objetivo de seguir siendo felices. Es muy importante vivir el presente. Y aunque es difícil evitar que la mente y el corazón nos hagan viajar a un futuro común deseado, no debemos dejarnos llevar por sensaciones precipitadas que puedan originar que nos enamoremos de personas que no conocemos lo suficiente y que pueden llegar a ser muy distintas de las que nosotros pensábamos. Como en otros aspectos, la prudencia es muy importante. Aunque es cierto que el amor tiene una fuerza tan grande que cuando se siente es casi imparable y nos hace susceptibles de acertar, o de equivocarnos y tropezar, pero siempre sin caer. Porque en este caso tendremos la oportunidad de aprender siendo más críticos para intentar encontrar más adelante el amor en otra persona. La dependencia y el acaparamiento no son sinónimos de amor. Son sentimientos dañinos que solo generan consecuencias negativas en el momento en el que se echa a alguien en falta. Por lo que será bueno aprender a amar de forma sana, siendo conscientes de que cuando el equipo está formado por más de una/o, hay más de una vida personal y social que respetar y a la que apoyar. Echar de menos y querer pasar el máximo tiempo posible con alguien puede ser bonito, porque significa sentir por esa/e alguien. Pero hay que entender las circunstancias de cada persona y confiar en que esta siente las mismas ganas de estar cerca. Recordando que el espacio individual es muy importante y teniendo también presente que nadie es propiedad de nadie. Hablando de amor en pareja, ¿existe el amor para toda la vida? Sí. La historia lo dice, y también la reciente. Pero depende de las dos personas que eso sea posible. Cierto es que hay factores que condicionan o dificultan la existencia o la durabilidad del amor. Pero llegados al punto de la existencia de este sentimiento, si se cree en él se puede conseguir que se extienda y reproduzca en el tiempo, siempre y cuando haya consonancia entre lo que quiere una persona de la otra y la otra de la una. ¿Las relaciones amorosas de pareja son solo intensas al principio, para más adelante dejarse llevar? No. Aunque es evidente que hay etapas y momentos. En la vida hay cantidad de situaciones distintas que generan circunstancias que nos pueden afectar. Pero la realidad es que se puede convivir con la gran mayoría de ellas gracias al amor y a la unión. Y es que no solo podemos estar enamorados de una persona toda la vida, sino que además también es posible mantener e incluso incrementar la intensidad más fascinante conocida, si ambas se esfuerzan sin esfuerzo en corresponderse a base de hechos que provoquen la felicidad común. Todo se reduce en confiar y cuidarse. En todo tipo de amor es fundamental la comunicación y, por supuesto, la demostración del mismo. Los abrazos, los besos, las miradas, las palabras, los gestos… sirven para expresar nuestro cariño en cualquier versión de amor entre personas. Hablando de palabras, hay dos muy populares que se utilizan refiriéndose a este valor, como son los verbos «querer» y «amar». Es importante utilizarlos, pero sin darles un mal o un sobreúso que pueda gastar o devaluar su bonito significado. Es magnífico que existan palabras que, sentidas, tengan el poder de impactar, haciendo tanto bien a quien tanto nos importa. Volviendo a las demostraciones físicas, hay una que hace único un tipo de relación. En el amor en pareja, llegado el momento oportuno, podemos asistir a la expresión de amor más intensa que existe y existirá, en la que ambas personas se entregan mutuamente, pudiendo mezclar lo físico con lo emocional, para unirse y ser solo una. Un maravilloso conjunto de instantes nunca comparables con el simple placer físico, que tienen un valor más allá de lo terrenal al expresarse y percibirse tantos y tan fuertes sentimientos a través de los sentidos. El amor es un valor humano que nos acompaña desde el primer día de nuestras vidas hasta el último; y también existe, y ha de existir de forma unipersonal. Es algo que se aprende con el paso del tiempo, cuando, tras ir construyendo nuestra manera de ser, nos valoramos a nosotros mismos, pudiéndonos querer con humildad. Debemos mantener nuestra autoestima siempre alta, independientemente de lo que ocurra alrededor y de los estímulos que recibamos. Hemos de partir desde buscar nuestras cualidades o facultades y darles el valor que tienen para confiar en nosotros mismos y en nuestras posibilidades. Si no logramos encontrarlas porque creemos no conocernos basta con preguntar a las personas que no solo nos conocen, sino que nos quieren. De esta forma entenderemos que todo ser humano que actúa con bondad tiene un gran valor y deber de ser valorado y amado al menos por él mismo.