Los valores humanos son principios que construyen nuestra personalidad, naciendo en nosotros a través del conocimiento, los pensamientos y sentimientos. Forman parte de cada persona o de un conjunto, y nos conceden el poder de sentirnos capaces, felices, y de convivir en armonía.
A lo largo de la vida todos elegimos y vivimos más unos valores en concreto, llevándolos a cabo de una forma personal y según nuestro criterio, diferenciándonos así de cualquier otra persona.
La educación que recibimos y nuestro aprendizaje, según la selección de información que nosotros mismos realizamos, marcan nuestra historia, que será única e irrepetible.
Los valores humanos, en su gran mayoría, se van adquiriendo y desarrollando consciente e inconscientemente con el paso del tiempo y muchas veces se llevan a cabo sin necesidad de conocer que existen. Hay algunos, como el amor, la ilusión o el humor, entre otros, que nos acompañan desde el primer día, y otros como el respeto, la responsabilidad o la honradez, que se aprenden más adelante, a medida que crece nuestra capacidad de conocer, pensar y sentir.
Es importante entender que los valores existen desde antes de que hubiera seres humanos en el mundo, ya que no solo las personas tienen la capacidad de desarrollar algunos de ellos en mayor o menor medida.
En ocasiones se relacionan directamente con la religión, y eso puede provocar confusión. Hablando de personas, los valores son parte de cada una, independientemente de sus creencias religiosas, o incluso no teniendo creencias de este tipo. Cada religión fija una doctrina y se apoya en algunos o en todos los valores, y eso queda a disposición del individuo para que pueda elegir si quiere o no emprender un camino u otro. Pero las personas por sí mismas tienen y pueden tener y llevar a cabo cada valor humano por el mero hecho de ser y existir.
Hoy en día, hay una expresión muy utilizada que sentencia en muchas ocasiones de forma subjetiva a algunos de los seres humanos. Y es que si alguien cumple con una serie de requisitos, bajo el punto de vista de quien hace ese juicio, ese alguien puede llegar a ser llamado «buena persona».
Este concepto es muy difícil de definir y acotar, pero muchos de los valores pueden servir para, en este sentido, ser utilizados como base para apoyarnos en ellos, puesto que representan conductas que nos pueden otorgar información sobre los comportamientos más positivos en la convivencia. Por ejemplo, el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la generosidad, el compañerismo, la honradez, la lealtad, la sinceridad, la igualdad, la humildad, la responsabilidad, etc.
Otros nos aportan diferentes características que también contribuyen en nuestra personalidad y en nuestra felicidad y que, junto a los anteriores, pueden hacer de nosotros seres humanos más o menos afines a según qué personas, sus valores, y sus preferencias o gustos. Y estos son los valores que tienen que ver con los sentimientos (amor, ilusión, gratitud, humor, etc.) y los relacionados con las capacidades (valentía, sacrificio, optimismo, creatividad, constancia, autosuperación, entrega, etc.).
Por tanto, el concepto generalizado de «buena persona» puede estar ligado al cumplimiento de algunos o de prácticamente todos los valores «conducta». Pero tras esto debemos ir más allá y decidir qué más valores queremos integrar de forma particular con la máxima intensidad posible. De este modo construiremos un nutrido criterio, preparado para hacernos crecer con consciencia, y para también elegir a las personas de nuestra vida. Esas que han de ser más que buenas, por conseguir sumarnos y multiplicarnos durante nuestro valioso y finito tiempo.