Nadie es tan importante Ni aunque crea ser más Puedes ser un gigante Demostrando humildad Con los pies en el suelo puedo estar Si entendí que aun creciendo soy igual Compartir las victorias al triunfar Comprender que la gloria es terrenal Nadie es tan poderoso Ni aunque crea que es más Nadie es menos valioso Si es modesto al brillar Con los pies en el suelo puedo estar Si entendí que aun venciendo soy igual Asumir las derrotas al luchar Aprender siempre importa al mejorar No hay mejor que saber que no hay peor No hay peor que creer que soy mejor.
“Tan grandes como pequeños”
La humildad es un valor que ensalza la sencillez y, por tanto, la igualdad de los seres humanos. Este principio genera que mantengamos un concepto terrenal de nosotros mismos y un comportamiento igualitario hacia los demás. Todos nacemos seres humanos y, por tanto, nadie es más o menos que nadie, ni tampoco mejor o peor. Y aunque nos diferenciemos entre nosotros en nuestras características, acciones, metas, logros, etc., nuestra especie es la misma desde el primer día hasta el último. El valor de la humildad implica también el justo reconocimiento hacia los otros. Valorar con sinceridad las habilidades o éxitos de los demás nos hace más humanos y en absoluto nos sitúa por debajo de nadie. Todos poseemos facultades y obtenemos momentos de satisfacción en nuestra vida, por lo que la envidia no tiene cabida bajo ningún concepto. Tan solo la motivación por intentar mejorar, dejándonos enseñar por quien sabe más que nosotros para así sacar conclusiones y crecer. Por otra parte, se puede dar el reconocimiento venido de los demás hacia nosotros, lo cual puede provocarnos júbilo y agradarnos. Pero nuestra felicidad no debe estar basada en eso, puesto que el fin primordial ha de ser sentirnos orgullosos de lo realizado, valorando nuestras acciones con sencillez, independientemente de la llegada del reconocimiento externo. Cuando se trata de ganar o perder, la humildad es muy útil. Es un valor que nos ayuda a aprender de la derrota, aplaudiendo al compañero o compañera su victoria y nos hace capaces de valorar nuestro triunfo en la medida justa, siendo conscientes de que, en cualquier caso, todos seguimos siendo los mismos. Personas.